Provocadora sátira inédita de Jean Genet puesta en escena por Los Goliardos y en la que el protagonista es ‘Su Santidad’, un pontífice solitario que sufre de su hernia y de un resfriado, agobiado por la carga que representa su función.
- Dramaturgia y Dirección: Ángel Facio
- Reparto: Antonio Iranzo, Cesáreo Estébanez, Cristian Casares, Cosme Cortázar y Luis Lázaro.
- Autoría: Jean Genet
- Escenografía: Francisco Lagares
- Iluminación: Mario Gas
- Vestuario: Begoña del Valle-Iturriaga
- Diseño gráfico: Miguel Zapata
- Ayudante de dirección: Ángel Sánchez
- Fecha de estreno: 02 de octubre de 1990
- Lugar: Sala Olimpia (Madrid)
- Producción: Goliardos, Grec90 y Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas.
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Genet ante el espejo
Alguna vez tendría rellenar un formulario. ¿Qué pondría al llegar al espacio reservado a la profesión? ¿»Poeta»? ¿»Dramaturgo»? ¿»Escritor»?… No creo. Dejándose llevar de sus ensoñaciones quizá hubiera estampado la palabra «criminal». pero eso habría sido una petulancia por su parte. Como la de ciertos funcionarios que, habiendo cursado hasta segundo de Derecho se pretenden doctores en leyes. En realidad, le cuadraría mucho mejor alguna definición más castiza como «descuidero», «bujarra», «chorizo», o ese impreciso término legal que, bajo la etiqueta de «maleante». reúne a los mil y un oficios de la delincuencia urbana.
Jean Genet es un cainita inclusero que a los diez años ya empezó a pudrirse en el Correccional de Meltray por haber robado 14 francos a sus padres adoptivos. En Meltray, Genet aprendía la «otra legalidad». la ley de la cárcel. donde la jerarquía y la sexualidad todavía se articulan sobre unas formas de relación primitiva. casi tribal. En otro orden de cosas, los inquilinos de Meltray se reunían en la capilla a rezar seis veces al dia. Un tipo coherente este
A los veinte años, se evade del correccional y se alista con nombre falso en la Legión Extranjera. Luego deserta, y hace turismo por las grandes ciudades portuarias del viejo continente. Como otros visitan iglesias 0 museos. Genet frecuenta timbas y burdeles, y se busca la vida alternando la «chapa» con el ‘ffirón»_ La verdad es que no debía ser muy profesional, ya que acaban siempre por echarle el guante para ponerle a la sombra un par de meses, y luego en el puesto fronterizo más cercano. A partir de 1940, con treinta años cumplidos, parece afincarse definitivamente en las cárceles parisinas y quizá por influencia del ambiente, empieza a escribir. Su nombre sube como la espuma.
Al final lo sacan. En 1948, y gracias a la presión de un grupo de intelectuales, el Presidente de la República le concede una especie de indulto definitivo- Genet dejaba así de ser carne de horca para convertirse en carne de Literatura. Como el torero o la tonadillera, se había excluido del mundo de los miserables con la pértiga del «Arte», un arte en su caso narcisista y masturbatorio, el propio de un ex-convicto. ¿Una prefiguración del «Lute»? Ni tanto ni tan poco. Genet nunca se hizo abogado ni se puso corbata. y conservó hasta el final el sentido de la dignidad. Es más. buscó su lugar en diversas comunidades de desheredados radicales, y. simple y llanamente, dejó de escribir. Escribir, a fin de cuentas, y sobre todo escribir con éxito, supone automáticamente ocupar un lugar de elección en la cofradía de los celadores.
En un tiempo que se define por el alpinismo y la espeleología donde cualquier hijo de vecino lo que pretende es trepar, la actitud de este hospiciano jansenista no deja de tener su mérito, «YO soy así, como me habéis hecho», parece decirnos, y el caso es que no me avergüenzo de los míos. Todo un paradigma de moralidad. Moralidad. ¿Recuerdan?